Tengo la dicha de venir de una familia de artistas y amantes al cine. El título de este artículo está inspirado en un filme que ama mi hermano mayor: La leyenda del jinete sin cabeza. Tremenda película. Claro, dependiendo de tus gustos.

Aunque el pescado sin cabeza podría ser la historia del salmón que te encanta comer, no, no es esa la historia. Tampoco es una película de terror (la del salmón podría serlo, pero no quiero ahuyentarlos, así que esa no va todavía).

Esta historia se remonta a los tiempos de antes de la IA. Los protagonistas de esta historia son una pareja de esposos, a quienes llamaremos María y Ernesto. Un día, el hombre preguntó a su compañera por qué ella siempre cocinaba el pescado sin cabeza y también sin cola, ya que de dónde él venía, de los peces la gente se comía hasta los ojos.

Maria asombrada de la pregunta, responde entre la sorpresa y el enojo, que eso había que hacerlo así, pues de esa manera había aprendido de su madre y ella nunca cuestionó tal procedimiento.

Al surgir tal duda, fueron a donde la madre de María y le pidieron que, por favor, aclarara el asunto. La madre quedó atónita al no tener respuesta para la cuestión, más allá de que así lo cocinaba su mamá. Para suerte de todos, hasta de nosotros, la abuela de María vivía allí mismo, así que todos saldremos de esa duda rápido.

La abuela soltó un pequeño suspiro de nostalgia luego de escuchar la pregunta. Y entonces, respondió: “Cuando vivíamos en el campo, la sartén que teníamos era muy pequeña, entonces, para poder cocinar el pescado, había que cortarle la cabeza y la cola, porqué si no, no cabía”. 

Posiblemente tú esperabas otro desenlace. Pero esta historia se repite en otros escenarios, en nuestro día a día, con distintas personas y no siempre familiares. 

El hecho de que hayamos aprendido algo de cierta forma, no quiere decir que esté bien o mal. Tampoco quiere decir que no lo podamos cambiar. Todo va evolucionando y en ese movimiento, podemos ir adaptando ciertas cosas que aprendemos para poder obtener los resultados que queremos.

Recuerda que somos responsables de los resultados que obtenemos, y si no entiendes la referencia, date una vuelta por el 2do artículo.

Hoy te dejo una frase de G.K. Chesterton: “La diferencia entre el poeta y el matemático es que el poeta intenta meter su cabeza en los cielos, mientras que el matemático intenta meter los cielos en su cabeza”.

Y por allí va nuestro artículo de mañana: El ingeniero y el creativo. 

Mariano Olivares

2024, 29 de enero.

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